¿Bachaquero delincuente o ser ordinario de bondad limitada?

La crisis que vivimos los venezolanos por la escasez de productos de la canasta alimentaria básica, que se manifiesta en las largas colas a las puertas de abastos y supermercados en toda la geografía del país, ha traído como consecuencia el aumento de una comercialización de productos regulados de manera paralela e informal a los canales regulares de distribución de alimentos, generando una ganancia para las personas que intervienen en esta cadena de comercialización informal que hemos denominado en el lenguaje popular como: “bachaqueros”.

Esto coloca nuevamente sobre el tapete de nuestra realidad y de la aplicación del socialismo como política de Estado, la vieja pregunta que como humanidad tenemos dos mil años tratando de responder y que retomamos con el problema del bachaqueo en Venezuela, y es la siguiente: ¿Es el ser humano bueno o malo por naturaleza? ¿Es el bachaquero un delicuente o es un ciudadano que satisface una necesidad en el mercado?

Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) y su tesis del “Buen Salvaje”, según la cual el hombre en su estado natural ostentó una naturaleza buena y afable, se contentaba con lo que podía obtener para sobrevivir y era solidario en la tribu con sus coetáneos, pero después el proceso civilizatorio fue pervirtiendo al ser humano, haciendo insaciables sus apetitos y alimentando la envidia, el egoísmo y la codicia. Por ende, la tarea del Estado es limitar esas bajas pasiones y tratar de recuperar la naturaleza de buena que teníamos en nuestra disposición natural original, cuando pertenecíamos a la tribu a la pequeña comunidad.

Por su parte, el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679), es un defensor de una teoría que podemos catalogar de pesimista, en su principal obra “Leviatán” considera que la naturaleza del ser humano es maligna y que corresponde al Estado la tarea de salvaguardar a la ciudadanía y a los más débiles de la malicia y la astucia de los más fuertes, su visión se sintetiza en la famosa frase que ha influenciado el mundo político desde que vio la luz, y es aquella que reza: “El hombre es lobo del hombre”.

Como muchas cosas en la vida el problema resulta sumamente complejo y va más allá de intentar establecer una dicotomía entre buenos y malos, existe una amplia gama de colores entre el blanco y el negro.

Lo que parece muy contundente es la siguiente reflexión: para cada uno de nosotros el ser más importante en la existencia somos nosotros mismos, en cada ser humano se da una mezcla de egoísmo y altruismo, es decir, somos egoístas con la mayoría y solidarios con algunos –familia y amigos-, existen personalidades excepcionales que la sociedad y la religión cataloga de “santos”, seres con niveles superiores de bondad y con la virtud de ayudar ilimitadamente al prójimo, que son capaces de dedicar sus esfuerzos e intenciones al bienestar colectivo, e incluso cumplir con el mandato de Jesús de Nazaret –ama a tu enemigo-. Entre tales seres extraordinarios tenemos: Madre Teresa de Calcula, Gandhi, Juan Pablo Segundo y Nelson Mandela, entre otros.

Pero estos casos son excepcionales, la mayoría de los seres humanos son como lo dijimos, una mezcla de egoísmo y solidaridad selectiva, con este ciudadano promedio es que debe trabajar la sociología y las teorías políticas de una nación, no debemos partir de la excepcionalidad que han ostentado algunas figuras de la historia de la humanidad, porque de lo contrario, trataríamos a la realidad no como “es”, sino como quisiéramos que “debiera ser”.

Pasemos ahora al análisis del fenómeno económico del bachaqueo, existe una regla fundamental en economía para la determinación de los precios, según la cual, la escasez determina el aumento del valor de un producto, surge un ejemplo sumamente sencillo: el aire es gratis porque abunda en la atmósfera, a pesar de que sin él no podemos sobrevivir como especie, ya que ningún ser humano puede vivir sin respirar el oxígeno contenido en el aire, nadie nos puede cobrar por respirar porque el aire está a disposición de todos. Por el contrario, cuando un bien o servicio necesita de un proceso de elaboración, producción, empacado, distribución y comercialización, en la medida que un mercado cuenta con mayores niveles de oferta –más producto disponible-, el precio de ese producto debe disminuir. Por interpretación en contrario, cuando en la economía no están dadas las condiciones para producir y traer productos al mercado –elevar la oferta de bienes y servicios-, los pocos bienes que se ofertan dentro de este mercado subirán sus precios.

El sistema socialista en su aplicación en todo el mundo basa la captación del votante desposeído en un proyecto de recuperación de la dignidad, a través de las reivindicaciones sociales, fundamentalmente y aunque parezca contradictorio, esta reivindicaciones se centran en bienes materiales –casas, vehículos, préstamos blandos para pequeños emprendimientos- en una tarea de redistribución de los medios de producción, que podemos resumir en la frase: “el poder para el proletariado y el fin de los beneficios de los oligarcas y de la burguesía”.

Como podemos observar, el alimento del socialismo es una pugna entre buenos y malos, donde los más pobres a través de una lucha de clases, dirigida por una elite en el poder que goza de prerrogativas, pasa a perseguir a la burguesía y así beneficiar a todos en lugar de a unos pocos, como vemos la lucha de clases plantea la rivalidad de venezolanos contra venezolanos.

Sin embargo, este proyecto utópico y muy loable en el papel, jamás se ha visto materializado en la realidad y las experiencias en la revolución rusa y cubana entre otras, ha demostrado que los beneficios del sistema “revolucionario”, simplemente terminan favoreciendo a una cúpula de individuos que manejan las palancas del poder en el estado, pequeños grupos de allegados a los mandatarios de turno se benefician de las “mieles del poder”, mientras las grandes mayorías de ciudadanos desposeídos se hunden en la pobreza y la miseria calamitosa.

Esta circunstancia está magistralmente registrada en la fábula “Rebelión en la Granja” de George Orwell, cuando los cerdos hacen la revolución en contra de los despóticos seres humanos que gobernaban la granja, obligaron al caballo a trabajar más duro, mientras ellos –los cerdos- ocuparon la casa de los dueños y se comían las manzanas, hasta el punto que el caballo se reventó el corazón, sin jamás beneficiarse de ninguna mejoría en sus condiciones de vida.

Para concluir: El modelo socialista impuesto en Venezuela, que nos ha conducido producto de una política intervencionista de control de precios, expropiaciones indiscriminadas y desestimulo a la inversión y a la producción –sólo los amigos del gobierno hacen buenos negocios-, a la merma del aparato productivo, lo que trajo como consecuencia la disminución de los productos disponibles en el mercado de alimentos. Esta circunstancia no era palpable cuando los precios del petróleo eran elevados, porque el gobierno simplemente se encargaba de exportar lo necesario con la chequera gorda de la renta petrolera, pero una vez que se produce la caída de la renta petrolera por los bajos precios del mineral. Entonces, la deficiencia de nuestro sistema de producción de alimentos mostró sus costuras y se hizo evidente, por lo que no nos damos abasto para satisfacer la demanda.

Si retomamos que en políticas públicas tenemos que contar que la media de las personas son limitadamente generosas, es decir, para cada quien su existencia es la más importante y cada cual será medianamente solidario con familiares y amigos, entonces, el bachaqueo es la respuesta natural de los ciudadanos a las condiciones políticas y económicas cultivadas en el país por el Socialismo Bolivariano. El bachaquero no es más que un ciudadano común que intenta ofrecer bienes a un mercado que los reclama y que esta dispuesto a pagar un precio dada la escasez del mismo. El Bachaquero en su condición de ser humano ordinario, con una bondad limitada a un círculo de familiares y amigos, procura obtener una ganancia de una actividad de intermediación comercial para satisfacer una demanda que un mercado pide a gritos. Si partimos de la premisa de que somos seres imperfectos, que llevamos un pequeño monstruo en el corazón con el que pasamos la vida luchando, tenemos que responder que la amplia mayoría de los venezolanos somos bachaqueros.

Una vez que se recupere nuestro aparato productivo y que una buena cantidad de productos inunden supermercados y abastos, será innecesario luchar contra el bachaqueo, y así como surgió casi de manera inesperada y espontánea, desaparecerá como consecuencia de una comprensión del fenómeno económico en sus más elemental postulado como lo es: A mayor oferta en un mercado disminución de los precios y a menor oferta en el mercado aumento de los precios.

@piedraconaletas